Ah, el silencio, la fría antorcha que corroe
mi existencia
Silencio de pájaros heridos, de hojas
secuestradas por el viento
Silencio de corazones dibujando la ciudad a
cuentagotas
Silencio de ti, de tu boca pulposa y ardiente
como un durazno.
Ah, me enloquece pensar en tus piernas
gritando
En las tristes manzanas que son devoradas por
el tiempo
Yo quiero y maldigo el silencio gris de las
estaciones
Cuando la partida del tren quiebra mi paz y
dice tu nombre.
El cielo es una gran linterna donde duermen
las luciérnagas
Que prenden y apagan haciendo ruido en la
noche mojada
Y yo creo verte cantando y salpicando mi
cogito
Para llevarme a la oscuridad donde moran los
coliflores.
Cuando lo vacuo e indoloro se escapa de
puntillas por el asfalto
Ah, el silencio, trayéndome tus pechos a la
boca de mi memoria
Y tocándome los pies como un terremoto en la
estratosfera.
Ah, tus nalgas hechas a la perfección por tus
padres sedientos
Son como dos camiones chocando de frente en la Antártida
¡Qué estupor! que fabuloso
brillo resurge en mi garganta
Cuánto fuego derretido que me regresa y me
tumba perplejo.
El cielo es un bello lugar para los que
habitan en los faros
Que dan la señal para que no colisionen los
barcos y trenes
Esos que pitan en la estación tu olor
silvestre y empapado
Y que perturban mi silencio y apagan la
antorcha en mis sienes.
Ah, que bello silencio cuando logro arrancarte
de entre mis piernas
Silencio de río deshidratado, silencio de frutas
lamidas y mordidas
Silencio de besos que atraviesan y apagan la
ciudad a escondidas
Silencio de ti, de tu cuerpo sudando en un
vagón sin fronteras.
Rodrigo Grion, de la obra MUNDO INVERTIDO.
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